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Llegó a la sesión en una mezcla de tristeza, irritabilidad y enojo. Aparentaba escuchar, se movía todo el tiempo, se quejaba de que su mamá solo miraba el celular y no lo escuchaba, decía que los niños lo molestaban, incluso los que eran más pequeños que él, en casa todos le gritaban y era el culpable de todo…. No sabía qué hacer con esos sentimientos, no sabía qué hacer con su vida.

Poco a poco empezamos a hablar de lo que sentía y por qué? Su atención parecía detenerse a momentos para ver si aquello de lo que hablábamos daba la pista para entender el torbellino de emociones en el que vivía; al poco tiempo de prestar atención, se paraba de nuevo y daba vueltas por el espacio de trabajo que compartíamos, parecía doler demasiado como para enfrentarlo.

Comprendimos lo que es una consecuencia, él pensaba que era “el castigo” que los papás nos aplican por no “portarnos bien”, comprendimos que realmente es el efecto de lo que “yo hago, es el resultado de mis palabras y de mis acciones” y comprendió que las consecuencias pueden ser positivas o negativas pero sobre todo que cada uno de nosotros tenemos el control de ellas.

Llegó cabizbaja y sin hacer contacto visual, no se quitaba el cubreboca, decía que la “protegia del COVID”, aun estando solas en la sala de trabajo y cuando ya no era requerido su uso, la mascarilla en realidad la protegia de ser vista, sus hombros permanecían agachados, las manos se encontraban dentro de las bolsas de su chamarra. Cualquiera pensaría que esta pequeña personita era débil, vulnerable y que nunca saldría adelante, cualquiera concluirá que su vida sería un reflejo de si misma.

Empezamos a trabajar arduamente, cada lección era como el agua que alimentaba a una flor marchita, la flor empezaba a revivir, a crecer, a enderazarse, a florecer … a descubrir su valor real y personal, aprendió a mirar de frente, aprendio a descubrir sus emociones, a nombrarlas a comprender su origen y aprender su significado, aprendió a enfrentar situaciones dolorosas, lo cual implicaba un gran reto, logro ser asertiva y comprender que no hay culpa ni vergüenza, solo aprender a conocernos a nosotros mismos y sentirnos orgullosos de quien somos, logro cambiar su presente, pero sobre todo su futuro. Ahora tiene un grupo de amigas, sus calificaciones aumentaron, la vulnerabilidad y el miedo ya no son parte de su vida y su pequeña boca sonríe!

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¡Hola! soy Trixia Valle, escritora precursora en temas de Bullying y autora del best seller "Ya no quiero ir a la escuela", creadora de la plataforma Educación Millennial QUE CUENTA CON ALIANZA NACIONAL CON LA Unión Nacional de Padres de Familia, para poner en modo asíncrono (tipo Netflix) todo mi conocimiento en el tema de bullying y otros más, por lo que te extiendo esta invitación para tomar el curso de mayo a septiembre.

Nuestra intención en Educación Millennial es que todos los padres de familia y maestros del país tengan capacitación adecuada para enfrentar el lamentable tema de acoso escolar, que se vislumbra con un aumento considerable debido al daño emocional, depresión, ansiedad y aumento de peso en los alumnos durante la cuarentena.

Un nuevo colegio… la entrada a conocer nuevas personas… aprender sobre el mundo… crear un concepto de vida… la diversión o el sufrimiento… Todas ellas conforman los retos a los que nos enfrentamos en algún momento al ir a la escuela.

Romper el cascarón de lo conocido, para abrir la puerta de lo desconocido; unificar criterios entre un sinfín de dinámicas familiares, realidades y formas de pensar, nos dan como resultado la diversidad escolar que en ocasiones lleva a la segregación, a la hostilidad, a la humillación y a la impunidad. Todo esto que hoy se llama bullying, tiene a miles de padres de familia y profesores ocupados en comprender el fenómeno, mientras algunos niños viven verdaderos infiernos personales dentro de los salones de clases.

“Me pegaron más de 30 chicles en el pelo y me tuvieron que rapar, ahora tengo vergüenza de ir a la escuela, ya que mi apariencia hará que se burlen aún más”, confiesa una niña de 9 años entre lágrimas y angustia. “Todos los días me pegan mis compañeros más de cincuenta zapes… ¿cómo me defiendo?... ellos dicen que es un juego”, nos dice otro niño de primero de primaria. “Hoy temo que me lastimen, pues a diario recibo amenazas por Internet y mi novio me cortó porque dicen en las páginas sociales que soy una zorra”, comenta una adolescente de 16 quien ha intentado quitarse la vida en dos ocasiones.

El maestro cumple con una gran misión y es que sus alumnos hagan suya la información y la puedan aplicar a su vida.

El maestro debe preocuparse porque el alumno ponga en juego lo aprendido y no sólo con proporcionar la información. Hoy en día, con el adelanto tecnológico con sólo apretar una tecla se puede acceder a infinidad de información. Y lo más importante es vincular el conocimiento con los ya obtenidos para lograr aprendizaje significativo y modelar su empleo logrando la competencia deseada.

Sócrates con su Mayéutica, hacía pensar al alumno con preguntas y eso es válido en el nuevo milenio; porque en la medida en que use sus conocimientos previos y se reflexione hará suyo este aprendizaje.

Mi experiencia es que en la repetición, la memoria se finca y se establece por la “repetición” y a nivel neuronal, el recuerdo subsitirá en base a las sinápsis facilitadas que se vuelven en cambios bioquímicos y que establecen la memoria a nivel molecular para ser traídas al momento presente cuando se necesiten.

Siempre que se acerca el día de las madres pensamos en nuestra madre, en lo que nos ha dado, siendo lo más importante el conducto hacia la vida, y todo su amor desde que éramos un bebito llorón demandante, un Niño travieso, hasta un adolescente exigente y juzgón —- mas en este día sea la edad que sea, recibimos todo su amor, y a veces, una licuadora que usaremos en nutrir a nuestra familia.

Sin embargo, poco se habla sobre el gran regalo que es SER MAMÁ y no para que nuestros hijos lo agradezcan, sino para agradecer nosotras a Dios ese enorme don.

Sea la edad que tengan tus hijos, lo bien o lo mal que te lleves con ellos, el ser mamá nos ha puesto al frente de llevar el timón en el principio de vida de nuestros hijos, saber cuando poner el ancla y finalmente un día aventarnos por la borda y dejarlos a cargo de su propia embarcación 🛳.

El regalo más maravilloso que la vida me ha dado son mis tres hijos, quienes me han concedido el rol de aprender y superarme por ellos, de no dejarme caer en cama, ni enferma, ni triste, y el placer de verlos sonreír con ocurrencias y travesuras que muchas veces me he tenido que aguantar la risa y “regañar”.

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