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Los niños comienzan por amar a los padres. Cuando ya han crecido, los juzgan y, algunas veces, hasta los perdonan. - Oscar Wilde

Cuando los hijos crecemos y vemos a nuestros padres como simples mortales, en vez de super héroes, podemos llegar a juzgarlos y a sentirnos heridos por circunstancias que estaban fuera de su control.

Así a continuación las reflexiones de una hija que creció:

  • Somos más que nuestros errores y que nuestros problemas. Por mucho que te hayas equivocado y por grande que haya sido el daño hecho, todos somos antes que nada personas y nuestro valor se deriva de ello.
  • El rencor encadena. Ya lo que pasó está en el pasado. Si nos encadenamos al rencor no podremos vivir el presente y plantear un futuro. El daño ya está hecho, solo nos queda sobrepasarlo, perdonar y seguir adelante.
  • Lo importante es aprender y trascender a nuestros problemas. Si no podemos aprender de nuestros errores y mejorar, ¿entonces de qué sirve habernos equivocado? Lo importante es que la lección la llevemos en nuestra alma y que la apliquemos a nuestra vida. ¡Cuando pierdas, no pierdas la lección!
  • El enojo acumulado nos enferma. Es sano enojarse y sacar nuestro enojo en la proporción adecuada, acumularlo sólo nos convierte en una bomba de tiempo, que al final nos terminara por dañar. Hay que sacar el enojo, llorar, patear, gritar, y luego seguir con todo lo bueno de la vida.
  • Las culpas son vanas. Nada es culpa propia, ni de los demás. Lo que hicimos fue porque tomamos la mejor alternativa posible en ese momento. Puede suceder que después nos arrepintamos, pero fue lo mejor en ese momento. Cada cosa que nos sucede es un aprendizaje y por duras que sean las condiciones en que se presente, Dios sabe porqué lo hace y para qué nos servirá.
  • Nuestra vida es nuestro reflejo. Al nacer todos tenemos las mismas oportunidades de salir adelante, sin embargo, hay quienes se deciden a actuar, y otros se quedan anclados en sus rencores y lamentándose de su suerte. Así que cada quien recibe lo que labró y a pesar de que el resultado no siempre sea positivo es solamente responsabilidad nuestra.
  • El amor es la única cura del alma. Podemos tener una enfermedad, pero no somos la enfermedad. Podemos tener una desgracia, pero no somos esa desgracia. Cada uno de nosotros somos el amor que Dios nos ha dado, lo demás es pasajero.
  • Nunca es tarde. Nunca es tarde para perdonar, nunca es tarde para hablar y nunca es tarde para dar amor. Hay que aprovechar el tiempo que nos ha sido dado para evolucionar espiritualmente.
  • Aceptar nuestra vida. “Dios dame fuerza para aceptar lo que no puedo cambiar, dame valor para cambiar lo que sí puedo, y dame sabiduría para reconocer la diferencia”. Al aceptar podemos fluir y continuar nuestro destino. Las cosas que así son nunca las vamos a poder cambiar, pero podemos verlas de un modo distinto y dejar de sufrir.
  • El plan de Dios es perfecto. Por mucho que veamos al mundo y nuestra vida como lo opuesto a lo que deseábamos, no es así. Dios nos ha puesto en el lugar perfecto para permitir nuestra evolución, pulir nuestros defectos y hacer brillar nuestras virtudes.

Ahora que crecí y ya te puedo comprender, esto es lo que he pensado y lo comparto contigo. Yo no sé qué tanto bien o que tanto mal pude haberte hecho; pero sí sé que tanto mal y que tanto bien tú me hiciste; así como sé que tú me diste la vida y por lo tanto te perdono de corazón.

Una hija.

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